“China ha sido un gran perdedor en Colombia”

2022-09-16 18:20:11 By : Ms. lisa tu

Eduardo Velosa. Foto: Marcela Becerra

En una semana en que la guerra entre EE.UU. y China se ha recrudecido y ha quedado en evidencia su impacto a nivel mundial, Eduardo Velosa, profesor de la U. Javeriana, analiza los efectos en Colombia y sus relaciones con el gigante asiático.

La guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China sigue escalando. Esta semana el yuan tuvo una caída grande frente al dólar y Trump acusó a China de estar manipulando su moneda para generar más exportaciones hacia EE.UU. al abaratarse los productos chinos.

Eso produjo una incertidumbre económica, una escalada del dólar en Colombia y quedó en evidencia que lo que pase entre esas dos potencias afecta el resto del mundo, y más a países periféricos como el nuestro.

La Silla Académica entrevistó a Eduardo Velosa, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, quien ha escrito muchos artículos sobre el tema, como “A Tale of Should Be but Is Not: the Political and Economic Drivers of Limited Chinese Investments in Colombia” y los capítulos de libro: “China en Suramérica: los roles de Brasil y Colombia”y “Los puentes de China: roles y redes entre China y América Latina y el Caribe”.

Velosa analiza los impactos de la guerra comercial en Colombia, y las relaciones entre nuestro país y China a propósito de la reciente visita del presidente Iván Duque a ese país.

La Silla Académica: Contrario a cierta percepción de que la presencia de China ha aumentado en nuestro país, su artículo sostiene que los intercambios entre China y Colombia son muy reducidos ¿por qué lo dice?

Eduardo Velosa: Por los resultados en lo comercial que, aunque no es el único campo de relación, es al que Colombia ha limitado su interacción con China.

Ese país ocupa el lugar 34 entre los inversionistas extranjeros en Colombia. De acuerdo con el Banco de La República, entre 2000 y 2017, el top 5 de inversionistas extranjeros en Colombia fueron Estados Unidos -EE.UU.- con 33.8 billones de pesos, Panamá con 20.6 billones, Inglaterra con 19.6 billones, España con 15.8 billones y Suiza con 10,2 billones. China sólo invirtió 211 millones en el mismo período.

Aunque la importación de productos de China creció once veces en la década entre 2005 y 2014, y su participación en el mercado pasó de un 3 por ciento en 2000 a un 19 por ciento en 2017, la participación de China en las exportaciones de bienes colombianos fue sólo de un 5 por ciento en el período entre 2016 y 2018.

El sector en el que más invierte China en Colombia es en petróleo, sin embargo es sólo un 4.5 por ciento de la producción de petróleo. Las multinacionales chinas están en sólo el 7 por ciento de los campos de explotación petrolera que tiene Colombia.

LSA: Usted dice que Colombia ha querido ser una puerta de entrada de los productos chinos a Latinoamérica y a EE.UU. pero no lo ha logrado por la falta de una estrategia acorde a los intereses de China. A juzgar por el balance de la reciente visita a ese país ¿Duque lo está haciendo diferente?

E.V.: Lo está haciendo exactamente igual.

El balance que Duque y su canciller Carlos Holmes Trujillo hicieron de su viaje a China consistió principalmente en que vamos a venderles aguacate y banano, en que nos donaron algunos paneles solares y en que el diálogo va a continuar, como lo ha hecho los últimos 40 años en que hemos tenido de relaciones diplomáticas tras el reconocimiento de Colombia de “una sola China” es decir del Gobierno de Beijing como el único representante legítimo del pueblo chino y el desconocimiento de Taiwán como un Estado independendiente.

Colombia debe abrirse al mundo y ver a China como un socio estratégico y no solo comercial.

LSA: ¿A qué otros aspectos debería dirigirse la política exterior de Colombia respecto a China?

E.V.: Colombia debe abrirse al mundo y ver a China como un socio estratégico y no solo comercial. Tenemos una tara en la aproximación a China, como pasó con Japón cuando era el referente.

Pese al pobre balance de los logros de la visita, pareciera que el Canciller por los menos teóricamente comprende eso. Hace dos domingos en El Tiempo escribió que la política exterior de Colombia debía obedecer al principio de “polivalencia geoestratégica”, un concepto bastante raro pero razonable.

El mundo tiene diferentes polos y el juego no es de suma cero; por estar en algunos aspectos con China, Colombia no debe dejar a Estados Unidos y viceversa.

Entiendo que hay unos legados históricos de relaciones con Estados Unidos, con Europa, pero las dinámicas internacionales han cambiado en los últimos 20 años y hay otros países que nos pueden aportar recursos y alternativas de solución a nuestros problemas.

El crecimiento de China llegó para quedarse y ya no se puede desconocer su incidencia en el orden internacional.

Sin decir que tenemos que abrazar su ideología o sus principios es importante tener un mecanismo de intercambio de ideas, de generación de puentes políticos, algo que nos puede ayudar a romper un poco las dependencias que tenemos con Occidente en general.

Tenemos una tara en la aproximación a China, como pasó con Japón cuando era el referente.

LSA:¿Como qué tipo de puentes políticos?

E.V.:La discusión, por ejemplo, sobre votaciones en Naciones Unidas.

Colombia desde hace muchos años ha propuesto en la ONU empezar a regular y limitar la venta y exportación de armas pequeñas y ligeras: fusiles, metralletas, pistolas, que son los más usados en conflictos internos como el nuestro, pero el proyecto de resolución siempre queda en veremos.

La discusión siempre se centra en la compras de aviones y misiles, y la de estas otras armas pasa de agache.

Por supuesto hay unos intereses económicos detrás muy grandes, pero Colombia podría negociar algún tipo de apoyo de China en esto, dado que es miembro permanente del Consejo de Seguridad y es el segundo Estado con mayor presupuesto militar después de EE.UU. así la diferencia en el tamaño del armamento con este país sea abismal.

LSA:Usted dice que una de las razones políticas que explica que China no tenga una mayor participación en Colombia es la relación inversamente proporcional entre la forma económica de gobernar de ese país y la influencia hegemónica de EE.UU. en América Latina ¿A qué se refiere con esto?

E.V.:Me parece que el caso de Venezuela lo ilustra bien. La posición de no intervención de China frente al país vecino es muy clara y se puede explicar en dos niveles.

El más visible es que China tiene grandes inversiones y préstamos en Venezuela, a lo que algunos críticos de China adjudican que mantenga a Maduro en el poder. Pero si fuera únicamente una cuestión de dinero, uno podría pensar que un gobierno entrante o interino podría garantizar el pago de ese dinero, y que China podría entonces quitarle el apoyo a Maduro.

Sin embargo, una razón más poderosa para que eso no pase es que China desde 1949 ha erigido su política exterior en el principio de la no intervención en asuntos internos de otros Estados, lo que implica no sólo no intervenir sino no permitir que otros intervengan.

China desde 1949 ha erigido su política exterior en el principio de la no intervención en asuntos internos de otros Estados.

Eso lo defienden por un legado histórico pero también por las condiciones domésticas que tienen. Si dan carta blanca a ese tipo de intervenciones podrían dar lugar a que otros intervengan en su territorio cuando la situación de los derechos humanos en China es bastante complicada. No sólo en términos generales de que no haya una democracia, sino de la situación en provincias como el Tibet, de la comunidad de los Uyghurs en el Occidente de China y de la represión de las protestas en Hong Kong.

Además, el Estado se está convirtiendo en un mega estado que controla todos los ámbitos de la vida de las personas y con el auge de las tecnologías de las comunicaciones lo puede hacer hasta en el lugar más recóndito.

Por eso, para China apoyar a Maduro le sirve para probar qué tan fuerte es EE.UU., que ha intervenido Siria y Medio Oriente pero no lo ha hecho en su propio patio, y quizás porque el apoyo de China (más el de Rusia) ha tenido un efecto retardador.

Es un juego de poder que va más allá de Duque y de Maduro. Se trata de dos potencias decidiendo cómo van a organizar el mundo en el siglo XXI, y China ha venido construyendo ese mensaje de no intervención que es bastante atractivo para Estados autoritarios, en Latinoamérica y en África también y que se opone a las lógicas de EE.UU.

LSA:¿Las inversiones y préstamos de China en Venezuela no son una forma de intervención que en sus efectos se podría equiparar a la de EE.UU.?

E.V.:Son visiones distintas.

Los préstamos de Occidente a partir de los 90 se rigen por el valor liberal del respeto por los derechos de los demás. Están condicionados a que se destinen a gobiernos democráticos y a que se pueda vigilar el uso de los recursos de forma que lleguen a las poblaciones que los necesitan.

Frente a mercados financieros cerrados, porque los estados occidentales no quieren prestar o las calificadoras de riesgo también occidentales inciden o los organismos internacionales como el Fondo Monetario (gobernado principalmente por EE.UU.) cierran las puertas como un mecanismo de presión para un cambio de régimen o para garantizar ciertos derechos o ciertas libertades, China aparece como un salvavidas.

Para China los préstamos están basados en un gana gana. Ellos hacen obras de infraestructura y los beneficiarios salen de las deudas que tienen, sin condiciones adicionales.

Son efectos políticos de las transacciones económicas que permiten ganar aliados y conciencias y romper el statu quo de que los únicos prestamistas encargados de aliviar las lesiones financieras del resto del mundo eran los países de Occidente.

LSA:Usted dice que en Latinoamérica los países han establecido relaciones diferentes con el gigante asiático. ¿Cuáles le parecen especialmente relevantes?

E.V.:Brasil se convirtió en su primer socio estratégico y es con el país de Latinoamérica con el que ha desarrollado las mejores y más profundas relaciones.

No sólo tenían un vínculo económico por el tamaño del mercado de Brasil sino que se encontraban en otros escenarios que no son los típicos, especialmente durante el gobierno de Lula da Silva y la primera parte del de Dilma Rousseff, antes de que se metiera en todos los líos que se metió.

Las relaciones con Chile, Perú y México también son buenas pero son netamente económicas. Son socios comerciales.

En términos políticos, hay una región fundamental para China que es Centroamérica y el Caribe.

E.V.:Aunque son países muy pequeños y China no puede desarrollar sus intereses económicos, tienen una condición: varios reconocen todavía a Taiwán como el representante legítimo del pueblo chino.

China ha tenido una política agresiva en esa región para cambiar ese reconocimiento. Su primer logro fue que en 2007 Costa Rica decidió reconocer a China y eso significó 300 millones de dólares en un préstamo, la construcción de un estadio y la celebración de un tratado de libre comercio. Un cambio diplomático a partir de una entrega de recursos.

Panamá reconoció a China en 2017, lo que significó una profundización de las relaciones económicas a partir de ese cambio.

Y el último caso fue el de El Salvador y República Dominicana que cambiaron su posición en 2018.

No es un tema económico sino simplemente político.

En Latinoamérica, el hecho de que EE.UU. haya construido su hegemonía a partir del dominio de las relaciones en la región hace que cualquier interacción de China empiece a minar esa hegemonía.

Lo vimos con el surgimiento de gobiernos de izquierda en la región y la creación de la Celac, en la que no participan ni EE.UU. ni Canadá, y que dentro de sus objetivos tenía establecer una comunicación directa en bloque con China.

LSA:Estados Unidos está en una pelea comercial con China ¿Por qué?

E.V.:A partir de los 90 Estados Unidos se consolidó como potencia hegemónica y su política exterior se basó en volver a todo el mundo democrático y capitalista.

Después del año 2000 empezó a ver un retroceso de los procesos democráticos, los gobiernos de algunos países se dieron cuenta de que el Consenso de Washington expandido no traía beneficios reales para sus poblaciones y surge un sesgo anti occidental, anti capitalista. Eso al tiempo de que China emerge como un actor protagónico desde lo económico y se convierte en un mercado atractivo y un socio para muchos de esos países.

China hoy es la segunda potencia después de EE.UU. Y las relaciones comerciales entre esos dos países se han deteriorado porque la balanza de exportaciones versus importaciones es contraria a EE.UU.

China tiene además la capacidad de actuar solo, ya no tiene que pasar por los circuitos internacionales establecidos por EE.UU., y ya hay negociaciones entre países que se están haciendo en yuanes lo que pone en riesgo la hegemonía del dólar como estándar para el comercio internacional.

En este escenario llegó Trump al poder con una lógica económica nacionalista pero también con la lógica del bully, de ejercer presión: ‘voy a cerrar el mercado, no le voy a pagar’. Eso le funcionó para redefinir el Nafta y hasta cierto punto para presionar a México y Guatemala para que tomen medidas para detener la migración hacia EE.UU.

Su presión frente a China ha sido ponerle barreras arancelarias, pero ese país tiene forma de aguantar y de hacerle contrapeso.

E.V.: La industria automotriz, por ejemplo, es fundamental para la economía de EE.UU. y lo que está pasando es que las personas de clase media y media alta en China han empezado a comprar carros europeos y alemanes.

China tiene además recursos naturales propios, las denominadas tierras raras que son minerales que sólo se producen en un puñado de países y de los que China es un gran exportador. Son fundamentales para el desarrollo de los circuitos y los microchips y por ende China puede decir ya no más y golpear el desarrollo tecnológico de EE.UU.

La guerra entre Apple y Huawei está enmarcada en eso.

EE.UU. ya no está frente a un país menor, el problema es que nos van a llevar a todos en esa guerra

LSA:¿En qué consiste esa guerra tecnológica?

E.V.:EE.UU. y China están luchando por la preponderancia tecnológica. EE.UU ha estado a la vanguardia pero China lo está alcanzando hasta el punto que la tecnología 5G que maneja Huawei ha venido superando a la de EE.UU y ha conquistado mercados.

La crítica desde Occidente es que esa tecnología puede ser utilizada para espiar y por eso hay que cerrar la apertura de licitaciones donde China pueda competir o incluso terminar contratos, como han hecho Australia, Inglaterra y Canadá, que incluso arrestó a la directora financiera de Huawei solicitada en extradición por EE.UU.

Pero las críticas también se pueden hacer del otro lado con Facebook y el escándalo de Cambridge Analytica y todo lo que hace Google de recolección de datos sin autorización, no es tan fácil pararse a acusar porque el otro lado hace más o menos lo mismo.

Huawei ha llegado a vender más celulares en China que Apple en todo el mundo, lo que ha demostrado que el mercado de China es tan grande que no necesariamente necesita el mercado de EE.UU. para crecer.

EE.UU. ya no está frente a un país menor, el problema es que nos van a llevar a todos en esa guerra. Especialmente a los países periféricos porque se encarecen las monedas o se cierran los mercados.

Biblioteca Eduardo Velosa. Foto: César Pachón

LSA: De acuerdo a su artículo después de EE.UU., la mayoría de las importaciones de Colombia provienen de China. Dada la dependencia de ambos países ¿cómo nos ha afectado su guerra comercial?

E.V.:Para ir de adelante hacia atrás, una de las principales implicaciones es la subida del dólar en Colombia en los últimos días.

Eso se dio tras los anuncios de EE.UU. de que China está manipulando su moneda -algo que no está haciendo pero que usa para seguir presionando a que acepte comprar productos americanos, especialmente agrícolas, para que revalúe su moneda y deje de ser tan atractivo exportar a EE.UU. y así ajustar la balanza.

Para nuestros exportadores, para los cafeteros, es buenísimo, pero nuestra deuda externa pública y privada ha venido creciendo y se nos puede salir de las manos. En un escenario dramático en que el dólar llegue a $4.000 o 4.500 nuestra economía sufriría muy fuertemente, y eso podría pasar por la guerra comercial con China.

Además, el principal producto que exportamos hacia China es petróleo. Si sube el precio del barril, China podría dejar de comprarnos al volverse más caro traerlo desde Colombia que conseguirlo en los países del Medio Oriente, de Asia Central o incluso del sudeste asiático.

Aunque necesita la mayor cantidad de recursos energéticos para su proyecto de desarrollo, lo que le vende Colombia no es significativo para sus necesidades aunque sí lo es para las nuestras, dada la asimetría de las relaciones.

LSA: ¿Por qué dice que China no está manipulando su moneda?

E.V.: China ha manipulado su moneda antes.

Todos los Estados que tienen un modelo económico orientado a las exportaciones, como China, tienen que jugar con su moneda para incentivarlas y generar industria interna, porque si su moneda gana mucho valor, deja de ser rentable exportar.

Nosotros hasta cierto punto también lo hemos hecho. Aquí un economista me puede dar duro pero cuando teníamos el sistema de “devaluación gota a gota” estábamos manipulando la moneda porque era artificial, todos los días devaluábamos un poco para incentivar las exportaciones.

Pero leyendo a otros analistas, para que un país pueda ser acusado de manipular su moneda debe cumplir ciertas condiciones definidas por EE.UU. La única que China cumple es tener una balanza comercial favoreble, las demás: tener un excedente en su cuenta corriente y haber intervenido en el mercado cambiario para contener el precio de su moneda -salir a comprar dólares- , no las cumple. Se trata de una decisión política de Trump.

Colombia con Asia ha sido extremadamente reactivo, siempre ha querido montarse al bus de manera tardía.

LSA:Desde 1990 Colombia todos los presidentes de Colombia han programado una visita a China. Usted dice que por el contrario ningún presidente chino ha pisado territorio colombiano ¿por qué pasa esto?

E.V.: Colombia con Asia ha sido extremadamente reactivo, siempre ha querido montarse al bus de manera tardía. En la región, para China son más importantes por temas políticos Brasil, Argentina o Venezuela; y por temas netamente económicos Chile, principalmente, o Perú.

Colombia no tiene mucho que ofrecer. Tenemos dos mares ¿pero cuál es la conectividad?. Ir de Cartagena a Buenaventura no es tan fácil. Lo cierto es que cuando se van a materializar los convenios o los contratos de infraestructura no somos tan competitivos. A diferencia de nosotros, otros países venden hechos y su política frente a Asia es clara y de largo aliento.

El caso de Chile es paradigmático. Desde los 90 definió que Asia iba a ser un socio fundamental. Hoy tiene tratados de libre comercio con China, con Estados del sudeste asiático, con Australia. Y es líder del Trans-Pacific Economic Partnership Agreement que lo vincula con Nueva Zelanda y Singapur.

En Colombia, cuando de pronto aparece un mandatario interesado o medianamente interesado en relacionarnos con Asia, su gobierno se acaba y hasta ahí llegamos porque aparecen otros intereses o los más importantes vuelven a primar.

LSA:Usted dice que desde 2012 Santos trató de firmar un tratado de libre comercio con China y todavía no ha sido posible ¿Por qué?

E.V.:En el viaje de 2012 a China, Santos lanzó la idea de hacer un Tratado de Libre Comercio con ese país como el que ya tenían Chile, Perú y Costa Rica.

En ese tiempo se estaban negociando uno con Corea del Sur y otro con Japón que generaron una discusión interna sobre su conveniencia pese a que obedecían a la agenda trazada por Consejo Superior de Comercio Exterior, en la que China estaba en el quinto lugar de importancia.

El de Corea del Sur, que estaba muy adelantado, se firmó; pero el de China que apenas estaba en fase exploratoria de viabilidad, quedó congelado. Había un desbalance entre los intereses de Santos y los intereses domésticos, el costo político de una negociación con una economía del tamaño de China es alto y Santos no quiso dar la pelea.

LSA: ¿En el gobierno Duque se puede lograr?

E.V.: No lo veo posible. La mirada hacia el Pacífico de Colombia sigue siendo bastante limitada.

De hecho en campaña Duque dijo que no debíamos firmar más TLC y menos con China que violaba derechos laborales y ambientales . Además tiene metido en la cabeza el desarrollo de la economía naranja (una economía por colores no es la mejor estrategia), para la que escenarios como la región de Europa y EE.UU. por los vínculos que ya se tienen, por el conocimiento de sus mercados y una mayor afinidad cultural, son más convenientes.

Hay problemas mucho más importantes desde el punto de vista del Gobierno que no pasan por China o que no hemos encontrado la manera de que pasen.

LSA: La balanza con China es negativa. Ellos importan más de lo que Colombia exporta. ¿Tener un tratado de libre comercio no perjudicaría más la balanza de exportaciones versus importaciones?

E.V.:Depende de quién y cómo se negocie. Sin tenerlo, ya ha habido problemas con la industria del calzado en Santander, las copias de los sombreros vueltiaos o los comerciantes chinos de San Victorino en Bogotá, por poner tres ejemplos.

Sin embargo, una de las paradojas de los tratados de libre comercio es que no son libres, se ponen reglas, se excluyen cosas, se establecen tiempos para desgravar. Una posición firme para proteger el mercado interno y con perspectiva de largo plazo puede ser beneficiosa para Colombia. Siempre es importante abrir mercados, en la medida que haya interés de los exportadores e industrias colombianas.

LSA: De acuerdo a su artículo, después del petróleo, otro de los renglones donde a China le interesa hacer más inversiones es en proyectos de infraestructura. ¿Por qué?

E.V.: A partir del desarrollo económico que ha tenido en los últimos 15 años, China vio la necesidad de salir al mundo. En un principio miró hacia África y Latinoamérica en busca de recursos minero energéticos y hacia ésta última también como despensa alimentaria.

Actualmente, su política exterior hacia Latinoamérica se ha dirigido a impulsar los sectores minero energético, turismo y de infraestructura, para cumplir dos objetivos domésticos fundamentales: abastecerse de recursos y transferir tecnología china a la región en áreas que también son de interés de varios países latinoamericanos que quieren desarrollar infraestructura, como conectar el Pacífico y el Atlántico a través de Brasil y Perú, que genera recursos.

Además de poner a prueba su tecnología en unas condiciones diferentes a las de su territorio, eso genera vínculos difíciles de romper: cierta dependencia de sus repuestos y su tecnología para desarrollos posteriores.

LSA: Usted habla de las inversiones que ha hecho China en ese sector en Colombia y sus problemas ¿cuáles son?

E.V.: A China le ha resultado extremadamente costoso aprender a lidiar con la burocracia colombiana, con el sistema de licitación y las alianzas público privadas. China ha sido un gran perdedor en Colombia. Le han ganado empresas españolas, norteamericanas y las pocas competencias que ha ganado son marginales en términos de la cantidad de proyectos que hay en Colombia.

China ha sido un gran perdedor en Colombia.

LSA:¿Puede darnos algunos ejemplos?

E.V.:Uno ilustrativo de lo anterior es que en 2013, cuando Colombia abrió la licitación para la construcción de siete autopistas en el marco de la Segunda Ola de proyectos 4G, China Harbour Engineering Co. Ltda y Sinohydro Group Ltd. a través de un consorcio conformado con otras siete empresas, se presentaron en las 7 ofertas, y no ganaron ninguna.

Pero incluso cuando se han ganado las ofertas han afrontado dificultades de diferente tipo en su ejecución.

La empresa Chinese Capital Airports, junto con empresas colombianas, creó el consorcio Sociedad Operadora de Aeropuertos Centro Norte, con quienes se ganó la renovación de la infraestructura de seis aeropuertos incluyendo los dos que operan para Medellín. Sin embargo, debido a problemas en la capitalización con las socias colombianas, el consorcio ahora lo maneja un inversionista mexicano y los chinos tienen sólo un 20 por ciento de participación.

China Harbour Engineering Company tenía un 30 por ciento en el consorcio Autopistas Urabá y se ganó en 2015 la licitación para la construcción del proyecto Autopista Mar 2, pero desde esa fecha hasta el año pasado las obras de ingeniería no habían arrancado debido a las protestas por la instalación de dos peajes que buscaban financiar el proyecto. Un logro de la visita de Duque a China fue comprometerlos a poner los recursos que hacían falta para realizar la obra.

China’s Hydrochina Co. diseñó el plan para el drenado del Río Magdalena con el fin de mejorar su navegabilidad conocido como el proyecto Navelena, pero terminó afectada por el escándalo de corrupción de Odebrecht. El Estado terminó el contrato en 2017 ya que la brasilera tenía la mayor participación en el consorcio ganador del proyecto.

Por último, el consorcio conformado por China United Engineering Corporation and Dongfang Turbin Co. encargado de la construcción de la planta termoeléctrica Gecelca enfrentó sobrecostos y problemas reputacionales debido al retraso del doble del tiempo en las obras, que los chinos adjudican a que los socios colombianos no suministraron los materiales adecuados.

Eduardo Velosa. Foto: César Pachón

LSA:Usted atribuye algunos de los problemas que enfrentan los chinos en Colombia a la forma de contratación que aplica para cualquier persona y en teoría busca que haya más transparencia ¿por qué habría que cambiarlo?

E.V.: Nuestro proceso de contratación es bastante engorroso, a lo que hay que sumarle la corrupción o el hecho que se desechan proyectos simplemente porque los hizo el anterior gobierno o mandatario local.

China no está acostumbrada a ese tipo de oposiciones ni de competencia, no sólo porque en su ámbito doméstico se hace lo que el Gobierno diga sino también porque dado su principio de no injerencia en los asuntos internos puede mantenerse al margen de protestas por ejemplo, mientras en América Latina los movimientos sociales ganan cada vez más protagonismo político.

No se trata de cambiar las reglas o adecuarlas a los intereses chinos. No desconozco además las problemáticas de China, pero en el marco de la necesidad de diversificar las inversiones, Colombia debe generar una estrategia más integral para darle a conocer a China las condiciones legales, económicas y culturas que rodean los proyectos.

Trabajar de la mano de la Cámara Colombo China, no sólo para explorar los mercados de China que es lo que hacen la mayoría de sus consultores. De alguna forma los europeos y los norteamericanos tienen un mapa más completo del país con el que no cuentan los chinos.

LSA: Usted dice que Colombia no reconoce a China como una economía de mercado ¿Qué significa eso?

E.V.:Si China es reconocida como una economía de mercado significa que el precio base del producto se fija con base en su mercado interno.

De lo contrario, el precio base se fija con base en lo que cuesta producir ese producto en otras economías con características similares. El problema es que ningún país del mundo se parece a China y al ser comparado con otras potencias económicas el resultado es que los costos de producción son mucho más altos que el precio al que vende China, por lo que se le acusa de estar haciendo dumping, aunque no sea así técnicamente.

Su desarrollo económico, como el de Japón y Corea del Sur, se ha dado en unas condiciones laborales muy negativas para los trabajadores y en ese sentido se les puede criticar, pero no propiamente desde el punto de vista económico.

Colombia ha seguido la lógica de EE.UU. de comerciar con China sin que medie ese reconocimiento. De ahí que 14 de 18 investigaciones antidumping que tiene Colombia son contra productos chinos.

LSA: ¿Cuál es el pronóstico de la guerra entre EE.UU. y China? ¿Cuánto tiempo más va a durar?

E.V.:Los tiempos son distintos.

Primeramente desde el punto de vista cultural. Cuando el Reino Unido le devuelve Hong Kong a China, ésta promete que no va a tocar su sistema político en 50 años que a nosotros nos parece muchísimo tiempo -yo ya voy a estar viejito- pero para China no es absolutamente nada.

Desde el punto de vista político, Trump está en campaña reeleccionista y puede o no dejar el poder en poco menos de dos años, que son un parpadeo en tiempo chino y que por ahora la economía china puede aguantar con las restricciones que EE.UU. le ha impuesto.

Mientras tanto, Xi Jinping está haciendo todo un trabajo no sólo para mantenerse en el poder sino para que sus ideas perduren.

Estoy seguro que si hay un cambio de gobierno y llega a la Casa Blanca un demócrata las relaciones entre los dos países van a cambiar, por lo menos en cuanto a la lógica ultranacionalista económica y confrontacional de Trump, aunque China es el principal competidor de EE.UU. y no es que se vayan a volver amigos.

Obama a pesar de todos sus errores en política exterior consideró a China como un socio y generó espacios de diálogo para avanzar en temas del orden internacional que Trump ha tirado a la basura.

Pero repito. Las economías de EE.UU. y China tienen aguante, no así la de los estados periféricos.

Velosa, E. (2018). A Tale of Should Be but Is Not: the Political and Economic Drivers of Limited Chinese Investments in Colombia. Journal of Chinese Political Science, pp. 1-21

Velosa, E. (2017). Los Puentes de China: Roles y Redes entre China y América Latina. En La Proyección de China en América y el Caribe, pp. 189-216

Velosa, E. (2017). China en Suramérica: los roles de Brasil y Colombia. Estado y perspectivas de las relaciones colombo-brasileñas, pp. 271-295

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