«Cuando un incendio se nos escapa, ahora se convierte en desvastador con más facilidad» | El Norte de Castilla

2022-09-02 18:07:08 By : Mr. Lynn Shu

Raúl Vicente, con un grupo de compañeros, durante la extinción de un incendio. / EL NORTE

«El bosque, cuando arde, grita», asegura Raúl Vicente Pérez, bombero forestal, técnico de brigada helitransportada, dos cuadrillas a su cargo en Aragón y autor de 'Hermano fuego', un «viaje a la extinción de los incendios» que el próximo 7 de septiembre llega a las librerías de la mano de la editorial Pepitas (20,50 euros). «El bosque grita», dice Raúl.

Acostumbrados al furioso naranja del durante, a la tristeza gris del después, el espectador de lejanías se queda con la imagen de las llamas y rescoldos, y apenas puede imaginar cómo es el estremecedor sonido de un incendio. «Al principio impone. Hay un crujido de ramas, con todas las fracturas provocadas por la combustión. En Aragón utilizamos la palabra 'chemecar', que significa lamentarse, quejarse, gemir... es una especie de grito doloroso que lo explica muy bien».

La primera vez que Raúl lo escuchó de cerca fue en 1994, cuando participó como voluntario en el incendio de Paternoy (Huesca). Aquel fue el año más funesto de la década: 430.000 hectáreas abrasadas. Él estudiaba Ingeniería Forestal, tenía 21 años y ganas de aventura. Poco después, se convirtió en profesional de la extinción. El libro repasa toda esa experiencia –«desde el joven que solo quiere emociones a la visión derrotista que a lo mejor puede salir al final» – y lo trufa con informes, estadísticas, el recuerdo de los incendios más devastadores, la situación laboral del personal que se juega la vida frente al fuego y que, en algunos casos, acaba en tragedia.

–Así llamo al fuego cuando, en un incendio forestal, está fuera de control y te sientes totalmente superado. La altura de las llamas es impresionante, el incendio se mueve con una violencia tal que dices, cuidado, que este me pilla.

–Y en esos casos, ¿qué hacer?

–Quitarse. Es así. Nosotros hablamos de 'incendio fuera de capacidad de extinción'. Es cuando está totalmente fuera de madre. A la sociedad le cuesta entenderlo, pero hay veces, durante equis horas, que no se puede hacer nada. Es imposible acercarse con herramientas. El agua que lanzas desde los hidroaviones se evapora antes de llegar. Luego esto evoluciona y la cosa cambia. Así que, mientras, tienes que evitar la cabeza del incendio y trabajar atrás o en los lados, donde las llamas son más pequeñas.

–En el libro escribe: «Los bomberos forestales no seremos nunca la solución única e infalible ante los incendios».

–Y es verdad. Al final, todo se resumen en: qué hacemos con el medio natural. Ahora se habla mucho de gestión, pero es una palabra que también me da un poco de miedo.

–En poco más de medio siglo nos hemos movido entre dos polos. Nuestros abuelos y bisabuelos metieron una presión enorme al medio natural, llevaron lo agrícola hasta el sitio más remoto, cortaron el pino hasta en el sitio más lejano, empujaron la deforestación a un extremo ya con problemas de desertización en muchos lugares. Esto es así. Se iba roturando, roturando y buscando hasta el último bancal para plantar algo de forraje o de trigo. Y se dejó al bosque hecho unos zorros. No en todas partes, en algunas se gestionó mejor y, puntualmente, se han hecho cosas bien. Pero históricamente hemos demostrado que no hemos sabido hacer una buena gestión sostenible. Pero es que ahora lo hemos abandonado todo y nos hemos ido al otro extremo.

–¿Qué es una buena gestión?

–El bosque tiene que estar tratado, hay que tener cuidado con las continuidades verticales (hierba, arbusto, árbol)... Pero esto tiene que conjugarse con el respeto a la biodiversidad. El bosque no va a ser nunca el jardín de un chalé. Y luego, no podemos convertir todos los montes en mercantiles, porque no lo son, si no se están explotando es porque no valen. Muchos son matorrales, zonas muy degradadas, no son pinares de cuento.

–La gestión no es sencilla. Si fuera sencilla, ya estaría hecho. Es un mosaico de soluciones. Hay que facilitar los aprovechamientos donde sea posible, trabajar la quemas controladas en invierno (que es un factor específico de la profesión que sirve para crear interrupciones de combustible, discontinuidades en las zonas forestales grandes). Y hay que recuperar la agricultura de montaña, la ganadería extensiva...

–También escribe: «En el futuro serán pocos incendios, pero más extremos».

–Si analizas la estadística, es lo que nos dice. En España hemos tenido épocas peores. A finales de los 70 y en los 80 había muchos más incendios y se quemaban más hectáreas. Ahora arde menos superficie y hay menos fuegos. Pero cuando uno de esos incendios se escapa y se hace grande, se convierte en devastador con más facilidad.

–España ha creado un cuerpo de bomberos potente. Somos 25.000 personas dedicadas a esto cuando, a principios de los 90, eran muchísimas menos. La mayoría de los incendios los sabemos apagar. Y los apagamos. Pero cuando llegan condiciones adversas estamos limitados.

–¿Cuáles son esas condiciones?

–Ahora lo estamos viendo muy claro. Temperaturas récord, muchas olas de calor (y más largas de lo habitual).

Extinción. En el 70% de los incendios, el primer medio de extición no tarda más de 30 minutos en llegar. El 66%se queda en conato (superficie quemada inferior a una hectárea).

Picos. En 1995 y 205 se superaron los 25.000 incendios en España. El máximo de hectáreas quemadas fue en 1985, casi medio millón.

Afectados. Entre 2016 y 2021 se estima que fueron evacuadas en España cerca de 54.000 personas por 267 incendios forestales que amenazaron sus hogares.

Términos. El libro explica algunas palabras habituales, como 'bambi' (la cesta de agua que cuelga de los helicópteros para las descargas)o 'anclar' (empezar el trabajo desde un lugar seguro libre de vegetación que impida que el incendio pueda iniciarse a la espalda, sorprendiendo al personal de extinción).

–Menudo año para publicar el libro.

–Sabemos que hay años tranquilos y otros en los que todo se dispara. Pero este ha sido... El problema es que ahora todo el mundo se preocupa por los incendios, pero enseguida se olvidarán. Empezará la política con sus cosas y vendrán otras novedades.

–Otra frase del libro: «Ningún incendio es tragedia a cincuenta años vista».

–El ciclo natural de los incendios son los provocados por un rayo. Tienen una recurrencia natural (un incendio cada 50, cada 60, cada 80 años). Y en ese periodo de tiempo, no sabemos percibir si en esa zona hubo antes un incendio. Lo trágico es cuando se nos quema lo que vemos por la ventana, la granja alrededor del monte y perdemos nuestro medio de vida, con las pérdidas económicas y afectivas que supone. La masa forestal, a cincuenta o sesenta años, va a ofrecer de nuevo otra estampa verde. El problema es que los incendios de rayo son la minoría (el 5%, el 15%, el 30%, según la comunidad). La mayoría de los incendios son provocados por el ser humano: por neglicencia, por error, con intencionalidad... Ese es el problema.

–Que el régimen de incendios que tenemos no es natural, sino provocado por nuestra convivencia. Hay un discurso, en torno a la España vaciada, que dice: si estas zonas estuvieran más pobladas, no estaría ocurriendo esto, porque al estar el medio natural más modificado, no habría tanta masa forestal. Pero, si estuviese más poblado, teniendo en cuenta que la mayoría de los incendios los provocamos las personas, probablemente habría más incendios.

–En el libro repasa varios capítulos de dolor. Incendios devastadores que acabaron en tragedia. Recuerda que entre 1991 y 2001 ha habido 253 bajas de personal de extición, 53 fallecidos en accidente aéreo, 58 por atrapamiento...

–Alguno de esos momentos los he vivido en primera persona. El más cercano, el incendio de Horta de Sant Joan (Tarragona) [ocurrió en el verano de 2009, murieron cinco bomberos y uno sufrió heridas graves]. Yo lo viví emocionalmente con la convicción de que podía haber quedado allí. Cuando sales a trabajar piensas, si hago las cosas bien, no me va a pasar nada. Pero miras a los lados, a tus compañeros, y te das cuenta de que sí pasa.

Raúl Vicente Pérez reivindica en este libro una profesión («bombero forestal es el término que mejor nos define») que en muchos casos aún vive en la precariedad, por su la estacionalidad de los contratos y unos sueldos «que muchas veces no superan los mil o 1.200 euros» por jugarse la vida frente al fuego.