Juicio a Alvarado: dos crímenes hilvanados por un mismo hilo conductor

2022-03-03 06:26:56 By : Ms. Ailsa Wong

Por María Laura Cicerchia

El cadáver de Lucio Maldonado apareció en la colectora de Circunvalación, a metros del casino. Estaba maniatado y con un cartel que decía "con la mafia no se jode".

Cristian Enrique tenía 23 años. Lo secuestraron, lo torturaron y su cuerpo apareció en un descampado cercano a Soldini.

El mecánico Carlos Argüelles fue asesinado en septiembre del año pasado. Alvarado le confesó los crímenes de Maldonado y Enrique.

Los dos crímenes por los que está acusado Esteban Lindor Alvarado y cuyos detalles se están ventilando en el juicio oral y público al narco empresario aparecen conectados por un mismo hilván que ayer comenzó a desatarse en la quinta audiencia de debate. Uno es la ejecución del prestamista Lucio Maldonado, ejecutado con cuatro tiros en noviembre de 2018. El otro es el asesinato de Cristian Enrique, un joven de 23 años cuyo cadáver apareció un día antes en un descampado luego de tres semanas de búsqueda. Los dos casos comparten varios rasgos: ambas víctimas fueron secuestradas por cuatro hombres que los subieron a un vehículo, estuvieron desaparecidos, sus familias los buscaron y sus cuerpos se encontraron entre pastizales. En el primero los atacantes usaron una Renault Kangoo robada a punta de pistola a su dueño. En el otro, un celular gestionado con papeles sustraídos al mismo hombre.

Ese nexo entre las dos muertes fue una de las pistas que condujo las investigaciones en un mismo camino hacia Alvarado, quien afronta un pedido de prisión perpetua como instigador del crimen de Maldonado, por dirigir una violenta asociación ilícita y por cinco hechos de lavado de dinero ilegal. En el juicio hay otros seis acusados, cuatro de ellos implicados en el crimen del prestamista. Los homicidios fueron el eje de la audiencia que cerró la primera semana de debate ante los jueces Patricia Bilotta, María Isabel Más Varela y Alejandro Negroni.

El primero en presentarse ayer ante el tribunal fue Hugo Maldonado, hermano del prestamista informal de 37 años, aficionado a las armas y admirador del narco colombiano Pablo Escobar Gaviria. El 13 de noviembre de 2018 Maldonado apareció asesinado con cuatro tiros (dos a la cabeza) en una colectora de la avenida de Circunvalación cercana al casino City Center. El cuerpo estaba boca abajo, con las manos atadas con una soga y un cartel en la espalda, entre la ropa, que decía “con la mafia no se jode”. El sello usado por la banda de Los Monos en sus balaceras a objetivos judiciales que, para los fiscales Luis Schiappa Pietra y Matías Edery, fue colocado por la gente de Alvarado para despistar.

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Tres días antes, la noche del sábado 11, Maldonado había ido a cenar con amigos a una casa de barrio Godoy. Desde Rivarola y Circunvalación lo siguieron hasta su vivienda de Garibaldi al 600, en barrio Tablada, y lo emboscaron al llegar. Su hermano Hugo vivía enfrente. La mañana siguiente vio el Chevrolet Cruze de Lucio estacionado en la puerta. Como no respondió su llamado entró a la casa con una copia de llaves. Allí no estaba. Le extrañó que las llaves del auto estuvieran colocadas y sospechó que lo habían secuestrado.

Al revisar la grabación de las cámaras de seguridad que tenía instaladas en su casa lo confirmó. Allí descubrió que, pasada la medianoche, Lucio había llegado en su auto seguido por un Renault Kangoo gris del que bajaron cuatro hombres. Lo encañonaron y obligaron al robusto prestamista de más de cien kilos a subir al utilitario. Otro de los captores se fue manejando el Cruze. Todo duró 40 segundos. Si bien quedó esperando un llamado por un secuestro extorsivo y en el día presentó la denuncia de paradero, Hugo dijo ayer que supo desde el primer momento que su hermano estaba muerto: “Faltaba la confirmación del cuerpo. Pero sabía que estaba muerto porque no se iba a dejar llevar. No es que soy muy lúcido, vivo en Rosario y leo los diarios”, dijo, resistente a algunas preguntas de la defensa.

Si bien no arriesgó un motivo ni apuntó a nadie en particular por el crimen, dijo que “la mayoría de los crímenes son por dinero”. El grueso de su testimonio consistió en describir lo que grabaron las cámaras de su casa. Allí descubrió que el auto de su hermano fue devuelto a las 3 de aquella madrugada. “Manejaba una persona que no era mi hermano. Intentó abrir la puerta, una Pentágono blindada que tiene muchos cerrojos. No lo consiguió. Volvió al auto, agarró otro manojo de llaves”, relató. Esa persona hurgó dentro de la casa media hora y luego se fue en una camioneta Volkswagen Amarok blanca estacionada a la vuelta donde lo esperaban otros dos hombres.

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Cuando la causa por el crimen de Maldonado ingresó a la Unidad de Gravedad Institucional, por entonces abocada a las balaceras a edificios judiciales cometidas ese año y atribuidas a Los Monos, a Maldonado lo tenían registrado como alguien que “podía estar en una asociación ilícita y tenía acopio de armas y municiones y domicilio”. Eso contó ante los jueces Sebastián Luna, actual jefe de Homicidios de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), quien explicó cómo una pericia al GPS del auto de Lucio reveló que había estado 64 minutos en una quinta del paraje Los Muchachos. Tras librar un oficio a Chevrolet, explicó Luna, se obtuvieron las coordenadas exactas de ese lugar en Google Maps. Y al consultar los catastros resultó que el terreno estaba registrado a nombre de dos hijos de Alvarado con usufructo vitalicio para el padre.

El crimen terminó vinculándose con Alvarado también por otras vías, dijo Luna. Una fue el crimen de Enrique. El joven albañil de 22 años había sido secuestrado el 23 de octubre por cuatro hombres que, simulando un procedimiento policial a plena luz del día, lo subieron a un Ford Focus blanco sin patente en el barrio Cabín 9 de Pérez. Su familia lo buscó con intensidad y la provincia ofreció un millón de pesos de recompensa a quien aportara datos. La búsqueda se encaminó sobre hipótesis relacionadas con el secuestro del comerciante gitano Colián Miguel, del 3 de septiembre de ese año. Un día antes de la desaparición del joven habían sido detenidos algunos sospechosos, entre ellos un tío de Enrique.

La noche del viernes 9 de noviembre la madre del joven recibió un llamado anónimo indicando que el cuerpo estaba tirado junto a la ruta provincial 14, entre los kilómetros 6 y 7, a la altura de Soldini. La madrugada del sábado 10 se encontró el cuerpo en avanzado estado de descomposición en un descampado del lugar. Apenas pasada la medianoche de ese sábado secuestraban a Maldonado.

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Luna explicó que una misma logística se aplicó para cometer ambos crímenes. Esto quedó en evidencia a partir de aquel llamado anónimo. Según contó, él había solicitado una intervención telefónica “directa” de la línea de la madre de Enrique. Es decir que en cuanto el teléfono se activaba, él escuchaba los llamados. En el anónimo le dijeron a la madre del chico que “la culpa la tenía Bocha” (el tío del joven detenido) y que “con la mafia no se jode”, algo que para los investigadores, al igual que con Maldonado, buscaba desviar sospechas hacia Los Monos.

Al investigar la procedencia del anónimo descubrieron que había partido de un celular a nombre de un hombre de apellido F. La línea se había gestionado con documentación que estaba en el utilitario Renault Kangoo robado a fines de octubre a su padre por ladrones que bajaron a punta de pistola de un Ford Focus blanco, como el usado en el secuestro de Enrique. Al dueño le mostraron la filmación del crimen del prestamista y respondió sin dudar que los captores se movían en su utilitario: “A primera vista, es tal cual”.

Por el crimen de Enrique fue acusado Mauricio Laferrara, sindicado como sicario de la banda quien también afronta un pedido de perpetua como uno de los ejecutores de Maldonado. Hay más evidencias que conducen a Alvarado y fue hallada en el I-Phone que arrojó a un río cuando lo detuvieron en un camping de Embalse Río Tercero, en Córdoba, lo que no fue motivo de esta audiencia.

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Quien también aseguró que a los dos crímenes los conecta una misma trama fue el mecánico Carlos Argüelles, asesinado en septiembre del año pasado. El hombre, quien fuera un ladero de confianza de Alvarado, declaró como imputado colaborador en agosto de 2020, un año antes de que lo mataran a tiros delante de su familia. Contó que un día Alvarado fue a tomar mates a su taller y le dijo textualmente: “El día que maten al «Gordo» Lucio se va a armar un bondi bárbaro”.

“Yo sin saber quién era Lucio Maldonado _añadió_ no me sorprendí. Ha matado a tanta gente que no me sorprende que me diga que va a morir tal persona. Y cerca del mediodía me dice: «Podés creer que a este gordo hijo de puta se le ven las patitas y no aparece». El tenía un problema porque aparezcan los cuerpos. Yo pensaba en ese hombre, su familia lo estaba buscando y él ahí mojándose”.

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Argüelles también señaló que su jefe estaba preocupado porque al cuerpo de Enrique habían tardado en encontrarlo: “En teoría este chico hizo algo malo que lo relacionaba con Lucio Maldonado. ¿Como sé que están relacionadas las muertes de Enrique y Lucio? Lo sé porque (Alvarado) me lo contó personalmente. Que se encargó otra gente de algunas cosas, como por ejemplo, de avisar dónde estaba el cuerpo a la familia de Enrique. El venía al taller y me decía que no sabía cómo hacer para que los cuerpos aparezcan sin llamar a la policía”.

Argüelles relató que al día siguiente fue con Alvarado a buscar un repuesto para un Ford Focus blanco. “En ese encuentro yo miro el auto y en el asiento trasero había un charco de sangre. En la alfombra del asiento trasero derecho había mucha sangre. Yo le pregunté «¿qué pasó?». Y me dice: «En este auto se secuestró a Enrique»”.

El mecánico dio a entender que Enrique fue torturado y algo de lo que dijo tenía relación con Maldonado. Y reveló que, cuando mataron al joven, Alvarado le confió que estaban preparando un sicario: “Dijo que le estaban enseñando a matar y que iba como piña. Que le pusieron una bolsa en la cabeza y que lo asfixiaron. De hecho cuando encontraron a Enrique él me dijo «no van a saber qué pasó porque ni los huesitos quedaron».

Fue a las 17.20. Reportaron piedras de gran tamaño también en zona norte, en San Lorenzo, Roldán, Funes y en Ybarlucea, entre otras ciudades