Rescate en la playa de El Espartal del barco del 'francés errante' | El Comercio

2022-09-16 18:11:45 By : Mr. Sam Qu

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Personal de Salvamento Marítimo y agentes de la Guardia Civil empujando el trimáran hacia el agua con Rechard a bordo. / FOTOS: MARIETA

Más allá de museos y maquetas, de reparaciones en dique seco y de ciertos gustos arquitectónicos, el espacio natural de cualquier embarcación es el agua. De ahí la sorpresa que Valentin Rechard, ciudadano francés y único tripulante del trimarán 'Nawak', se llevó anoche cuando, al salir de la cabina, encontró sus tres quillas posadas en medio de la playa de El Espartal. Las fuertes mareas nocturnas partieron el cabo de su ancla, y arrojaron el barco a la arena. Su reflote no se consumó hasta el final de la tarde, con la pleamar.

Hacía ya varios días que el 'Nawak', cuyo nombre es parte de una expresión gala que significa 'nada importa', pasaba las jornadas fondeado frente a Salinas, demasiado cerca de la arena, según varios testigos. La escasa distancia hasta la costa jugó en contra del tiempo de reacción de Rechard, a quien en plena madrugada, y pese al bramido del oleaje, sorprendió el chasquido del cabo del ancla al romperse. «No sé qué pasó... Estaba quieto y, de pronto, todo empezó a moverse», recordaba ayer.

Con el ancla perdida, y sin nada que lo mantuviese fijo al fondo, la marea comenzó a empujar el trimarán hacia la playa. Sin tiempo para izar el trapo, su patrón intentó encender las máquinas, pero fue imposible: el chicote del cabo del ancla se había enredado en el eje de la hélice. Impotente, Rechard solo pudo observar como las tres quillas de su nave se posaban suavemente sobre la arena. Por suerte, el 'Nawak' no sufrió daños de importancia.

Durante todo el día la presencia del barco y de su tripulante en Salinas fue la comidilla en la localidad. Decenas de curiosos se acercaron, y varios intentaron comunicarse con Rechard, quien respondió en una mezcla de francés, inglés y español. Por su parte, aprovechó la mañana para hacer reparaciones, ordenar la cabina y lavar su ropa, empapada tras la marejada. Solo pidió gasóleo para hacer funcionar la cocina de a bordo; sin embargo, no lo logró.

Por supuesto, aparte de los civiles acudieron tanto los socorristas del retén, con agentes de la Policía Local, de la Portuaria e, incluso, de la Guardia Civil. Hasta un helicóptero 'Helimer' del servicio de Salvamento Marítimo sobrevoló el escenario, para reconocer la magnitud del problema. Y no fue escasa; con más de cien metros de separación entre el 'Nawak' y el Cantábrico, la única opción para devolver la nave al agua fue esperar a la pleamar, prevista para las siete de la tarde, y, con ayuda de una lancha de Salvamento Marítimo, remolcarla mar adentro. El operativo, en el que incluso la Benemérita ayudó empujando el casco, fue exitoso y, al fin, para las siete y media el 'Nawak' volvía a navegar libre.

La misma vida de Rechard, cargada de tintes románticos, bien podría haber dado forma a uno de tantos lobos de mar que protagonizaron las novelas de Joseph Conrad o Julio Verne. Francés de nacimiento y oriundo de Reunión, de edad indeterminada y parco en palabras, hace años que este errante de los mares tomó la decisión de renunciar a tierra firme y hacer de los océanos su hogar. De hecho, el 'Nawak' no es solo un vehículo, sino su hogar.

Desde que abrazó a Neptuno, Rechard surca las aguas de un confín a otro del mundo a bordo de su fiel trimarán, a motor o a vela, en función de los vientos. En aquellas costas que le seducen, o cuando precisa provisiones, echa el ancla y espera, aunque «no me quedo mucho en un sitio. En seguida me muevo a otra parte». Ese estilo de vida le ha llevado desde Oceanía hasta Sudamérica, sorteando toda clase de peligros propios de la mar.